sábado, 16 de julio de 2011

Carta de Jose Carlos Ramírez

Querido Cabello:

Te escribo esta carta para hacerte saber cuánto te quiero. Sé que hemos sido compañeros por mucho tiempo, has estado en mi vida desde que vine a este mundo. Desde pequeños estamos juntos, gateamos juntos, caminamos juntos, comemos juntos, nos bañamos juntos; es decir, hacemos todo juntos. Admito que cuando era pequeño no me caías tan bien ya que eras lacio y no tenías esas ondas que tanto cuido ahora.

No te resientas conmigo, no fue mi intención cortarte, te juro que mis padres me obligaban porque el tonto colegio lo pedía. Pero aun así traté de darte siempre el mejor trato, es por eso que te llevaba a los mejores lugares, es más hasta las chicas simpáticas te atendían, así que no te puedes quejar.

Porque quiero lo mejor para ti, te baño todos los días con champú Agú para que siempre estés limpio y huelas rico, aparte te echo una cremita para que me obedezcas. Sé que no te gustará cuando la gente te jala pero eres irresistible, hay que admitirlo. Me gusta sacudirte cuando bailo pues me parezco a un cantante de rock, obviamente eres pequeño, pero prometo dejarte crecer hasta que me llegues a mis pies y parecerme así al tío cosa.

Bueno cabello, la verdad es que sin ti, no sé qué sería de mí, el otro día por ejemplo un amigo me dijo. "Oye creo que vi tu cabello por el óvalo", y sí estaba por el óvalo entonces me di cuenta de que la gente me reconoce por ti.

Alguna vez se me ha pasado por la mente lacearte ya que todos siempre me preguntan si alguna vez lo he hecho, pero sé que te quemaría y te dañarías, no quiero eso.

Finalmente, Cabello, te agradezco que sigas conmigo, espero que haya sido de tu agrado lo que te puse en esta carta ya que es lo que siento realmente. En adelante quisiera que me acompañes hasta los últimos días de mi vida ya que no quiero ser calvo, no me gusta, mucho frío, insolación. Eso sí, si te caes, cáete completo porque no quiero parecerme a Krusty, mucho menos tener una isla en la mitad de mi cabeza.

Saludos


Carta de Estefania Albornoz

Lima, Perú

Viernes, 24 de junio de 2011

No puedo poner destinatario aún, pues no sé cómo te llamarás. Faltan décadas para que nazcas, pero desde ya, estoy pensando en ti. No serás mi hijo, ni mi nieto; supongo que vendrás después de ellos también. Sin embargo, tú y yo, estamos conectados. Hoy, soy responsable de lo que tendrás tú, mañana. Es agobiante el poder que tenemos los de mi generación sobre el futuro de la tuya.

Para cuando leas esta carta no se qué tanto habrá cambiado el pasto verde que veo desde mi ventana mientras te escribo. No sé qué tanto habrá cambiado ese cielo sin nubes que me acoge, o este aire aún puro, que en silencio me regala un poco de existencia. No sé qué tanto, pero temo. Temo que todo esto cambie, y que tú, ya no puedas gozar de esta realidad inocente, espontánea, indefensa bautizada tiempo atrás como naturaleza.

Es triste. Me siento muy impotente, pues no solo la naturaleza corre con esta suerte de expiración; todo lo que se desprende de ella también está desahuciado. Hablo de la tranquilidad que hoy nos genera salir a un río y poder beber sus aguas. De la prosperidad que nos trae su suelo que nos regala alimento y de sus plantas que nos prestan sus frutos. De la felicidad que sigilosamente nos invade cuando vemos un paisaje multicolor, que está ahí, inerte y expuesto; siendo testigo de su propia destrucción, sin la facultad de defenderse y con la pena que corre por las arterias de quienes son traicionados. Sin darnos cuenta, no solo estamos matando al planeta que nos aloja, sino a nosotros mismos. Nos estamos haciendo daño, a propósito.

No me imagino vivir en un mundo con las carencias que estamos provocando con nuestra inconsciencia. Siento lástima, pero sobre todo, siento una culpa que me desborda por ser partícipe de este estilo de vida egoísta y vacío.

Quisiera entender cuál fue el punto de quiebre. Entender en qué momento perdimos el respeto y la conexión con nuestra tierra. Quisiera realmente comprender, cómo fue posible desligarnos de nuestra fuente de vida, de quien nos da alimento, aire, albergue… todo. ¿Quién nos cortó el cordón umbilical?

Yo te escribo hoy para contarte que no me siento bien. Que una mañana como esta, me desperté teniendo asco y miedo por lo que nos habíamos convertido. Me desperté sintiéndome muy lejos y muy cerca de esto que somos ahora: una sociedad ingrata e indiferente.

Quisiera pedirte perdón desde hoy, y que estas disculpas retumben por los siguientes 100 o 200 años en las paredes de quienes están pagando las consecuencias de nuestro abuso y descontrol.

Es para mí (y para una parte de quienes estamos vivos hoy) muy difícil seguir viviendo con una actitud impasible frente a lo que estamos haciendo y es por eso que dejo por escrito, por medio de esta carta, un compromiso. Un compromiso a cuidar lo que se nos prestó, a no ser parte de una colectividad consumista, indolente e imprudente. Me comprometo a pensar en ti, que vienes después que yo, y hacer lo que esté a mi alcance para lograr una diferencia. Porque por ahí escuché a un experto en física que en los sistemas caóticos –como el hombre y su sociedad– es posible lograr una gran diferencia en el resultado con haciendo pequeños cambios al inicio.

Me despido de ti, con muchísimo cariño y espero (de todo corazón) que tu realidad tenga prosperidad y pueda gozar de los lujos que la naturaleza nos obsequia sin esperar retribución. No te culpo si nos guardas rencor o resentimiento, pero ten por seguro que desde hoy estaré trabajando por tu futuro ya que una vez que la consciencia irrumpió en mí, se quedó para siempre.

Te saludo desde Lima un viernes 24 de junio,

Estefania Albornoz

Carta creada por Mariana Gonzáles Vigil

Cariño:

Decidí unirme con el grupo de la iglesia a resolver algunos temas que me rondaban la cabeza. No te preocupes, todo estará bien cuando regrese; seguramente, ya habrás notado mi ausencia. He decidido tomarme unas merecidas vacaciones de la vida que he llevado hasta el momento. Venía pensando en esto ya desde algún tiempo. Recién ahora, después de hablar con mi grupo, pude tomar una decisión sin miedo.

Tomé algunos objetos de la casa; del ático, las maletas; del cajón, algo de dinero; del ropero, mis vestidos. Espero no tomes esto como algo personal; es una cuestión mía y de nadie más. Llegué a caer en una rutina diaria, mi trabajo ya no me satisface y las cosas que creí me alegraban, ya no lo hacen. No te incluyo en esa lista, eres lo único que me da fuerzas para seguir adelante.

Para ti, en este momento, mis actos pueden parecer bastante egoístas; sin embargo, hago esto por mi tranquilidad y la de la familia. No me iré mucho tiempo, ni tampoco muy lejos; no obstante, no estaré comunicada, a donde iré es como un retiro. Está prohibido el uso de celulares, es más, está prohibido el uso de cualquier objeto que me pueda mantener conectada con esa realidad que me tenía tan estresada. Se supone que con este retiro podré estabilizar mi espíritu, mi ánimo, mi salud, entre otros tan indispensables para mi bienestar.

No tomes mis palabras y acciones como insultos ni reproches, solo intento mantenerme cuerda para ti, por nosotros, por todos. Esos años que hemos vivido juntos tantas experiencias, tantas risas y a la vez, tantas lágrimas. Todo eso es lo que nos hace una pareja, una familia con nuestros hijos y los que ellos tendrán cuando crezcan. Por esto y muchas razones más, aunque superficiales, he decidido tomarme un descanso y regresar mejor que nunca. Tómalo como un descanso para ti también.

Por favor, no te olvides de alimentar a los perros, llevar a los niños al colegio y no dejes que los recibos se acumulen. María, mi hermana, ya está enterada de todo esto; por lo tanto, irá a ayudarte con los quehaceres de la casa. He dejado todo listo y organizado para que no tengas problemas en mi ausencia. Igual, no creo que los hubieras tenido. Eres una persona muy capaz, inteligente, madura y responsable. Sabes muy bien cómo controlar todo. Creo que de haberme quedado un poco más, ese equilibrio se hubiera perdido. Es muy necesario este paso tan difícil que estoy tomando.

Tú, para mí, has sido perfecto, amoroso, comprensivo y, sobre todo, el mejor de los amigos. Dile a los niños que los amo y los veré pronto. Regresaré, no te preocupes. Seré más feliz que nunca, te explicaré todo y seré la esposa que te mereces. Espero tu comprensión y me recibas nuevamente. Perdóname si te hago daño, si te hago falta. Esto pasara rápido, no es más que un pequeño descanso, un pequeño respiro. No te digo que todo será como antes, porque será mucho mejor. Te amo más que a nadie.

Todo mi amor y cariño, hasta que la muerte nos separe,

Mariana